Memoria curiosa

12 febrero, 2022

Memoria curiosa

El título que hoy utilizo seguramente se repetirá en el futuro porque la idea es rescatar del olvido pequeñas historias, en muchos casos aportando datos pero también planteando interrogantes y desafiando a los lectores para que intenten dilucidarlos.


Es que el paso del tiempo ha hecho que se dejaran de usar, por ejemplo, designaciones que eran habituales varias décadas atrás. Nombres y ubicaciones que no dejaban dudas en aquellos tiempos sobre las referencias que se daban.

Como se trataba de usos y costumbres es casi imposible encontrar documentación que avale muchas de esas cuestiones y en todo caso sería un trabajo muy fatigoso recurrir a cartografías de antaño para verificar estos datos.

Propongo, entonces, que los lectores habituales de esta columna puedan aportar enviando a mi correo que figura al pie, las correcciones que consideren adecuadas o sumen datos al respecto.

Porque es necesario reconocer que no puedo garantizar una precisión absoluta por falta de fuentes informativas que puedan ser totalmente fiables, muchas veces sujetas a un esfuerzo de memoria solamente.

Hecha la introducción, paso a enumerar algunos temas, con certezas e interrogantes.

Nombres que persistieron o quedaron en el olvido

Comienzo con una designación que ha subsistido: ¿el arroyo Orellano por qué lleva ese nombre?

Una reflexión que sirve para ese y otros muchos casos, indica que fueron frecuentes que parajes o lugares fueran designados en función de vecinos de los mismos. Ya lo verán.

Es el caso de los puentes, por ejemplo.

El puente de El submarino es el que se ubica sobre el Orellano en la prolongación de la avenida Caseros.

Su designación responde a un comercio con despacho de bebidas que funcionaba en ruta 3 y dicha avenida que perteneció a Pedro Di Martino.

El puente Fontenla es que está sobre el arroyo Del Medio, en la avenida Constituyentes, próximo al barrio obrero Villa de las Américas.

Su nombre respondería a que en la zona estaba radicada una familia con ese apellido. Entiendo que hay descendientes que viven en el barrio Benito Machado.

Una situación prácticamente idéntica sería la referida al puente Pedersoli, que se ubica sobre el Orellano en la prolongación de la avenida Rivadavia.

El Puente de los presos, por lo que se me ha indicado aunque sin seguridad absoluta, es el que está sobre el arroyo Del Medio en la prolongación de la avenida Belgrano.

Su construcción original se habría hecho con mano de obra de personas privadas de su libertad por razones diversas, de donde derivó su denominación.

El puente Carucho se ubica próximo a la escuela 13, virtualmente en lo que sería el arroyo Claromecó, pues allí se produce la confluencia de los tres arroyos. A pocos metros funcionó la primera industria local, es decir el Molino Mayolas del que solo quedan pocos vestigios.

Un amigo que cuenta con 90 años recordó que la avenida hoy Aníbal Ponce, era identificada con el nombre de Carucho, apellido de un vecino de esa zona.

Carucho tenía-dice-un tambo en esa zona.

En las proximidades funcionó una pulpería de Apolinario Ferreyra quien captó rápidamente la oportunidad y cerró el paso instalando cadena y candado. Para llegar o volver a la fonda debía pagarse un peaje.

Se dice que el lugar era muy visitado por los parroquianos, incluyendo el personal del Molino Mayolas, para degustar los exquisitos guisos que elaboraba Rufina, la bella hija del bolichero.

Además, la joven que se había quedado sin madre en su nacimiento, era muy codiciada por muchos hombres que la requerían.

Lo inevitable ocurrió y un día Rufina se marchó con quien supo seducirla.

El puente Capriata se ubica sobre el Orellano en la prolongación de la calle Lavalle.

Originalmente fue construido por la familia de ese apellido que tenía producción de animales en las proximidades y requería un pasaje directo y seguro (fotos 1918). No es necesario abundar en detalles sobre una historia familiar que todavía está fuertemente vigente en Tres Arroyos.

Hay otros puentes también identificados con nombres de vecinos del lugar.

Por ejemplo el Puente Naveyra o el puente de El Rincón de Gallegos, sobre el Claromecó.

Además de los puentes

Hay otros lugares designados otrora con nombres que se han ido perdiendo.

Ejemplo es el denominado Paraje La Polonia, olvidado pero todavía registrado en algunas referencias oficiales.

Se trata de un lugar ubicado, metros más o menos, en la avenida Olivero-Duggan al 2100, contiguo o coincidente con la ahorra derruida Calera de Kuhn.

Allí funcionó un almacén de ramos generales y lugar de bailes memorables, que se denominó La Polonia, algunos de cuyos vestigios pueden detectarse.

La zona adoptó oficialmente su denominación y si se recurre a los buscadores de internet puede verificarse que a la Escuela 26 se la refiere en ese paraje.

Varias décadas atrás era muy común recurrir al “Machea”, para bañarse y mitigar las altas temperaturas.

Era un lugar muy frecuentado, sobre todo por niños y jóvenes, tratándose de una virtual pileta natural donde al parecer no existía demasiado peligro para los bañistas.

Se ubica en el Orellano en la prolongación de la calle Isabel La Católica.

Hoy tiene puente, pero históricamente se debía vadear en el paraje El Ciclista, prolongación de la avenida Almafuerte. Respondía a la existencia de un almacén y despacho de bebidas situado en esa avenida y Olivero-Duggan.

Hoy quedó un amplio terreno que se encuentra a la venta. El establecimiento, en sus últimos tiempos perteneció a la familia Stangalino.

El puente se construyó luego de múltiples reclamos de los vecinos, potenciado por Rita, una mujer radicada en la zona,  al punto que hubo propuestas para que alguien propusiera que se impusiera el lugar la denominación de “Santa Rita”.

Y ya que hablo de vadeos, no pueden olvidarse algunos lugares donde no hubo (ni hay) puentes, pero que tienen facilidades de paso.

El Paso Garza, por ejemplo, y también el paso de Borioni, próximo a La Zorrinera y cerca de los campos de la familia del ex intendente y concejal.

Como se observa en esta enumeración que no se agota, basta tener una memoria curiosa para recordar y recuperar aquellas pequeñas historias que se van perdiendo tras las sucesivas generaciones de tresarroyenses.

Queda planteada una invitación y un virtual desafío para aportar a la recuperación de la memoria colectiva.

Por Omar Eduardo Alonso

[email protected]

También en FB.